jueves, 28 de febrero de 2013

Yo creo en las hadas...



"- Mira, Wendy, cuando el primer bebé se rió por primera vez, su risa se rompió en mil pedazos y éstos se esparcieron y ése fue el origen de las hadas. Y ahora, cuando nace un nuevo niño, su primera risa se convierte en un hada. Así que tendría que haber un hada por cada chico y por cada chica.
 - ¿tendría que haber? ¿es que no las hay? 
- Ay, no. Ahora los niños saben demasiado. No tardan nada en dejar de creer en las hadas, y cada vez que un niño dice <<no creo en las hadas>>, en algún lugar un hada cae muerta."

J. M. Barrie, Peter Pan.


Había un lugar, no tan mágico, el mundo real, en el que unos pequeños seres tenían cada uno un hada. Se la merecían, puesto que creían en ellas y por eso existían. De igual modo, su desaparición también era culpa de ellos, ya que en el momento en que abandonaban su fé en ellas, un hada moría.

Con el paso del tiempo, las hadas fueron extinguiéndose, y el mundo cada vez era un lugar peor, más "vacío" y desolado. Hasta que llegó el momento en el que descontento se generalizó. Entonces, un día, hubo alguien que se preguntó, ¿por qué hemos dejado de creer en las hadas? ¿por qué las hemos destruido? Tal vez ellas puedan salvarnos... Y así, aunque no podían verlas, muchos albergaron la esperanza de que existían y se sintieron, se sienten, mucho mejor.

Porque las hadas existen señores, son cada uno de nuestros sueños.
Cada vez que uno de nosotros, un ser pequeño comparado con la magnitud de nuestro planeta, decimos que no creemos en alguno de nuestros sueños, hacemos que la posibilidad de que se cumpla desaparezca para siempre. Sin embargo, si seguimos soñando, el hecho de que nuestro deseo se haga realidad permanecerá ahí, aunque tardemos (quizá incluso nunca ocurra) en verlo realizado.




Tenía la voz tan débil que al principio él no pudo oír lo que le decía. Luego lo oyó. Le estaba diciendo que creía que podía ponerse bien de nuevo si los niños creían en las hadas.
Peter extendió los brazos. Allí no había niños y era por la noche, pero se dirigió a todos los que podían estar soñando con el País de Nunca Jamás y que por eso estaban más cerca de él de lo que pensáis: niños y niñas en pijama y bebés indios desnudos en sus cestas colgadas de los árboles.
-¿Creéis? -gritó.
Campanilla se sentó en la cama casi con viveza para escuchar cómo se decidía su suerte. Le pareció oír respuestas afirmativas, pero no estaba segura.
-¿Qué te parece? -le preguntó a Peter.
-Si creéis -les gritó él-, aplaudid: no dejéis que Campanilla se muera.
Muchos aplaudieron.
Algunos no.
Unas cuantas bestezuelas soltaron bufidos.
Los aplausos se interrumpieron de repente, como si incontables madres hubieran entrado corriendo en los cuartos de sus hijos para ver qué demonios estaba pasando, pero Campanilla ya estaba salvada. Primero se le fue fortaleciendo la voz, luego saltó de la cama y por fin se puso a revolotear como un rayo por la habitación más alegre e insolente que nunca. No se le pasó por la cabeza dar las gracias a los que creían, pero le habría gustado darles su merecido a los que habían bufado.
J. M. Barrie, Peter Pan.

2 comentarios:

  1. Da gusto volver a leer al pequeño Glog y ver el talento que tiene escribiendo =)

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  2. De pequeño soñaba con Peter Pan! Y parece que fue ayer cuando acudí siendo casi mocosete al estreno de Hook, el capitán Garfio!

    Esto hay que moverlo más, con más frecuencia!! saludos!

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