jueves, 8 de mayo de 2014

Tan sencillo como respirar...

Respirar, algo necesario, innato. Coges aire y lo sueltas, lo coges y lo sueltas...
Esa actividad constante y siempre presente, de la que dependemos y es tan sumamente importante, también sufre sus alteraciones: cuando haces ejercicio tienes que aprender a controlarla o cuando vienen los agobios y las hiperventilaciones debes de tratar calmarla. Por lo demás, no tenemos que hacer nada más, simplemente respirar.

Sin embargo, algo tan sencillo al pequeño Glog le cuesta. No es nuevo, desde hace mucho es consciente de sus problemas respiratorios y de cómo se agudizan en determinada época del año. Coge aire, no siente cómo sus pulmones se llenan, y cuando suelta el poco que ha podido llegar a su cuerpo sigue esa sensación de no ser suficiente, de algo inacabado; llegan entonces esas milésimas sin hacer nada. Y regresa, lo intenta de nuevo. Una y otra vez, uno y otro día. A tramos cuesta más, a tramos más fácil, y cuando se convierte en imposible, todo está obturado, casi cerrado al completo, recurre al inhalador. Vuelve entonces la lucha por respirar.

Cuesta, no se rinde, no le impide seguir adelante. Aunque evidentemente se debe adaptar para afrontar ciertos cambios. Sabe que es temporal, no le importa, es consciente de lo importante que es respirar sea como sea y lo valora más.

Muchos atravesamos situaciones así, es todo más complicado, debes adaptarte y renunciar a ciertas cosas. Administrar tu tiempo, presupuesto... quizá reduce tu vida social o muchas otras cosas. En cambio, también consigue que valores otras.
Sigue en tu lucha, no olvides que nada es tan sencillo como respirar.


jueves, 26 de diciembre de 2013

Querida Jinetina:

A estas alturas ya tendrás el equipaje hecho. Me pregunto qué has podido meter en las tres maletas, con la de cosas que has ido recopilando todos estos años: ropa, calzado, aseo, libros, apuntes, recuerdos...

Hay otra más. Otra que sólo tú y los más allegados podemos ver. En ella has guardado los cafés que has tomado por la tarde con tu madre con alguna telenovela de fondo, los momentos del viernes por la noche en torno al televisor viendo el programa de los millonarios en los barrios pobres, los juegos en tu habitación con tus sobrinas y las comidas del día de reyes con toda la familia al completo.
Te llevas la sonrisa de Macaco en Badajoz, las manos abiertas y los ojos cerrados del Desván del Duende, las versiones de Malahe en las noches más frías, la última sesión de cine de las Trece Rosas, las voces de La Voz Dormida y miles de ritmos y letras carnavaleros.
Van contigo también el estruendo de la cacerola indignada en alguna manifestación y la sonrisa de tantos niños a los que has ilusionado en algún momento de sus vidas. Están, además, las velas sopladas de tus futuros 52 años, los gritos en el coche de Rosa, algún chapuzón en la fuente de la Constitución, todas las fiestas del 2008, el amarillo limón de Monreal del campo, la chiquilla, la fiesta pagana y los caminos de noche a San Fernando, el rojo interminable en los labios, el sabor de los más divertidos mojotes más las clases improvisadas de baile a nuestro rubio. 
Te llevas mi 18 cumpleaños desde encima de la mesa pidiendo el bocadillo, un trayecto a burro y una colección de besos en la nariz.
En definitiva, te llevas una parte de todos nosotros en ella, mientras tú dejas otra aquí. 
Cuida esa maleta, como yo cuidaré de las calles de Badajoz en tu ausencia para que se sientan menos solas.
Porque no hace falta que te diga que aquí dejas a una familia que va contigo a muerte y a una gran amistad, pese a que hemos encontrado la manera de no abandonarnos mutuamente.

Así ha sido tu vida a veces. Ahora comienzas un nuevo capítulo, el de una chica valiente que cruzó el "charco" por amor con todo ese equipaje a cuestas. 
No olvides que tenemos una cita en primera fila de un concierto. Hasta entonces, te espera:

Tu burrita.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Uno de esos amores imposibles

  A veces es un flechazo a primera vista, otras es uno de esos amores que crece en ti poco a poco y te va conquistando a medida que pasa el tiempo, y otras ocasiones aparece sin más… y ya no hay vuelta atrás, estás enamorado hasta la médula. Esta será una pasión que te acompañe toda la vida, de la que no te podrás librar, de esas que te revuelven las tripas, de las que te hacen enloquecer, tan feliz y tan desgraciado a la vez.
 
   Puede parecer una historia bonita ¿por qué no? El amor de tu vida, sí, pero en realidad todos sabemos que trata de algo imposible. Hubo una época en la que te dejaban soñar con él, en la que hacíais planes de futuro, juntos, siempre juntos. Entonces no imaginabais que aquello no podía ser, que lo vuestro iba a tener que superar barreras cada vez más grandes, de las que os iban a desgastar, de las que conseguirían separaros pese a vuestro convencimiento de que aquello nunca ocurriría. No, eso jamás, vosotros podíais con todo.
 
   Sin embargo, así fue. No permitían lo vuestro ¿el motivo? Qué más da, nunca hay uno suficiente para impedir una relación como esta. Al principio luchasteis, desafiasteis a todo, lo intentasteis con todo vuestro ser. Más tarde, tú empezaste a decaer, pero tu amor insistía en que no podíais rendiros. Volvíais con fuerza, aunque nunca había manera de seguir: teníais que pasar épocas a escondidas, otras procurabas alejarte, había veces en que te dejabas llevar y era maravilloso y de nuevo venía tu intento de acabar con todo, mas la pasión era irrefrenable, superior a ti. Al final llegó el momento, te rendiste.
 
   Como he dicho al principio, es un amor que te persigue toda la vida y no te podrás librar de él, por mucho que te rindas, que te alejes, que renuncies… siempre está ahí. Esta es nuestra relación, la que muchos vivimos con ella, que sufrimos y adoramos, como una dulce condena: la vocación.